jueves, abril 9

Escaleras

Él hace lo que quiere. Lo veo jugar con hilitos de cobre, dice que va a construir algo. Amo la forma en que se ocupa de su asunto. Amo la forma en que posa suavemente los pequeños dedos sobre los finos hilos de cobre. Amo sentarme junto a la ventana cuando el sol me encuentra de lado, mientras observo la belleza ultra calculada de sus movimientos. Se me ocurre que en su mente hay una maraña inescrutable, donde los hilos de cobre no hicieron caso a sus dedos, y le han dejado a mi belleza de niño esa cara de tragedia boquiabierta.

Él me trae sus hilos de cobre con una mezcla de orgullo y desconcierto: "no entiendo qué pasa".
Ha construido cuatro escaleras perfectas que no llevan a ningún lado, que se conectan entre sí de tal forma que nunca se sabe si suben, o bajan.

Yo quiero decirle que es una hermosa metáfora, que me hace tan feliz observar en lo material una condensación tan bella y perfecta de lo que a veces percibo en mi propia maraña de pensamientos y que finalmente allí, entre sus pequeños dedos, frente a su carita de desconcierto, lo comprendo. El mundo de las ilusiones recupera su legítimo lugar, y vuelvo a elegir, por enésima vez, caminar escaleras continuas e interminables, con la certeza de que no hay lugar, más que la belleza.

Pero él quiere tirarlo todo y volver a empezar. ¿Y qué voy a musitarle yo sobre los "no lugares" y la certeza, o la belleza?
Él va a tirarlo todo y volver a empezar. Y yo voy a seguir observándolo desde la ventana, feliz de ser testigo de su existencia, de su dedicación, de sus pequeños dedos tejiendo la perfección.

jueves, abril 2

Vaciando espacios

Un espacio de cemento, aire húmedo y viciado, un sitio desconocido para la luz del sol. Tan pronto el juego comienza, la gente entra al espacio y comprende todos sus recovecos. Los estudia con rigurosidad, observa la bondad de sus formas y lo exacto de su funcionamiento. Sabe precisamente los horarios de aire y los de ahogo, aguanta la respiración. Sonríe como buen budista. O algo. Sonríe a sus espacios de cemento gris.  Entrelaza sus manos como auto convocándose al sosiego. Los rulos y los lacios se enganchan en las rugosidades del revoque, con paciencia las personas recogen sus cabellos y observan, “así se ve más bello”. Aunque aquella otra los deja sueltos y al suspiro libertario le entrega todo el brillo de aquel cabello antes tan nutrido de sol. Los ojitos dulces se posan en los detalles en el espacio entre la nariz y un metro más a la redonda. Fantástico mundo el que puedo mover desde aquí, observan los jugadores. Tan bello este completo mundo que me rodea. Un éxtasis convierte el aburrimiento en victoria cuando media vuelta hacia la izquierda las cosas cambian de tono. Qué maravilloso mundo el que habito y transformo.

En eso estaba la gente jugando el juego de los espacios cuando vino un Giganotosaurius Carolinii y rompió todas las paredes de cemento, el sol entró y le gente quedó ciega de sol y distancias, tan amplias, tan imposibles de imaginar, distinguir, transformar, comprender. La loca libertaria montó el Carolinii y le susurró al oído, “vamos lejos, bien lejos, sé mis ojos y pies hasta que pueda ver”.

Me dijo una amiga...

Menos mal que todavía estoy viva. Hace un calor del orto. La música de esos hippies es odiosa, ¿te crees que los van a contratar para algo? Todavía tocando en la calle después de 20 años de historia. Menos mal que todavía estoy viva. El pescado de esta rotisería es lo más pasable, aunque te lo dan medio crudo. Qué se yo, iría a la otra pero me queda muy lejos. Y la ensalada está vieja. Así que lo menos peor es el pescado. Menos mal que todavía estoy viva. Te diría de ir a verla pero no le tengo fe. Tengo que estar muuuy al pedo para ir, o que sea gratis. Si no, ni da. ¡Menos mal que todavía estoy viva! ¿¡Cómo pudiste hacerme sentir así!? ¡No quiero volver a verte! ¡Siempre hacés lo mismo! Me decís cosas para hacerme sentir mal, porque sabés que ahí me duele y que todavía no lo resolví con mi terapeuta, sabés que es lo que más me cuesta, ¡que me duelen los pies y la espalda, que me hace mal al hígado, que el sol, que la floración, los niños, el subte y toda la mar en coche! Menos mal, que todavía, estoy viva. ¿Viste que se cayó un avión?