Dejen que los niños
jueguen
dejen que sientan,
sin condiciones.
Dejen que los niños
sean
creen, se definan
sin juicios.
Dejen que los niños
moldeen la libertad
que los abraza cada
día
como a nosotros hace
mucho no nos abraza.
¿Cuánto tiempo
tendrá esta nueva libertad?
¿Cuánto tiempo
pasará hasta la primer herida que se imprima imborrable en su
memoria virgen?
¿Cuánto tiempo
pasará hasta que el niño construya su nueva coracita, guardando
para sí la suavidad de la inocencia vivida hasta entonces?
¿Cuánto tiempo
pasará mientras el niño construye?
¿Qué haremos
entonces, los adultos, mientras el niño construye?
Es tiempo emergente.
Es tiempo urgente. Díganle al niño,
¡rápido!
cuánto lo sienten.
“Amor. Cuánto lo
siento. Lo siento mucho. Lo siento como un corazón para cuidar hasta
que sane.”
Mientras el niño
construye, las palabras se tejen absurdas, mas coordinadas.
Las palabras dichas,
tan sólo las dichas. Tan sólo las dichas.
Es tiempo emergente.
Es tiempo urgente. Díganle al niño,
¡rápido!
cuánto lo sienten.
Muchas personas
cuidan al niño.
Nadie puede entrar a
su coraza.
Excepto que conozca
las palabras
mágicas, las grandes ausentes, las que faltan en su rompecabezas.
“Amor. Cuánto lo
siento. Lo siento mucho. Lo siento como un corazón para cuidar hasta
que sane.”