domingo, noviembre 10

Rábano


Cuando decís me importa un rábano es un poco contradictorio. Porque la palabra rábano tiene rabia. Si de verdad no te importa decís un comino o un pomo. El comino es más suave (la palabra, no así el aroma). 
Si vos decís me importa un rábano, algo te importa. Te importa tanto como para enojarte porque la cosa no estaba ahí para vos, o como vos la querías. 
Ahora si e importa una mierda, es porque ya estás listo para soltar. Sí. Decíselo a tu mente, ya podés soltar. 

Solvente

Solvente.

Amaría.

Por qué ha de venir. Encima se cree que la sigo esperando. 

Cuál es el problema con la espera? No hay mucho más para decir. Da igual, que venga. Amaría verla feliz por una vez. Plena, solvente. Llena de sol. La verdad es que sí, la sigo esperando. Sólo que no quiero importunar. Que venga cuando quiera Dios. Que venga cuando sea. Y a mí que me den tareas…porque yo sentada no espero.

Quizás hoy me escuchen

Quizás hoy me escuchen.

Quizás hoy me escuchen y sienta ese calor humano que andaba buscando con tanta ansiedad. Necesitaba saber que aún sirvo para algo, que tengo más vida por vivir. 

Es una tarde preciosa y tranquila, y yo acá temiendo por todo. Bueno, no es todo. Por suerte. Pero temiendo mucho y cansada. 

Las tardes preciosas solían ser para crear, para amar, para planificar. Hoy se me escapan entre los dedos casi todas las horas y luego en un minuto vuelvo a sacar la cabeza del enjambre y respiro el delicioso aroma a flores. Y pienso de nuevo. Cierto. Ya llegará otro momento mejor que este. Ya encontraré otro ángulo. Uno bueno. Que me sirva. Que no me asuste. 

Extraño la paz. La paz desapercibida. 

Cuando hoy siento la paz la agarro desenfrenadamente y la respiro, la meto en mi piel, la repaso, la justifico. Y allí es cuando se va. 

Paz porque si. Paz de regalo. Paz de a montones. Paz que aburre. 

No sé cuál es el ángulo todavía. Pero estoy completamente segura de que lo voy a encontrar.

Uno para jugar. Para hacerse la otra. Para meter mano soñando. Para construir los castillos como quien no quiere la cosa. Para hacer una fiesta en el patio cada noche. Reírse de la nada. 


Vasijas vacías

Vasijas vacías.
Tándem.
El último lugar que visité tenía aromas de flores y encierro. Qué se yo, tengo un olfato muy específico. Yo creí que iba a encontrar una laguna, animales libres, exploradores. Pero era un pozo en la montaña donde no circulaba el aire, había muchas flores, muchas de ellas muertas y en una especie de receptáculo, vasijas vacías.
Me daba miedo acercarme, desde lejos no se podía decir que estaban vacías. 
Tantas expectativas para llegar y encontrar abandono. La desesperación quiso apoderarse de mí, pero no la dejé. Soy demasiado optimista. Recalculé mi itinerario y comencé a explorar los alrededores. Sombras. Silencios. Humedad. Ni rastros de humanos. Ni rastros de animales. Sólo flores. Eso es curioso.
El aroma intenso a flores me hacía sentir en la iglesia. Junto a la Virgen. Su evocación me transmitió seguridad. Amabilidad. Espera. Como de hija pródiga.
“Madre Santa”, empecé a decirle. “He venido de muy lejos, no me había dado cuenta de cuánto te extrañaba”. Decidí conectarme profundamente con la experiencia. Con eso que me transmitían los sentidos. El vientre, las vasijas, las flores, la humedad. 
“Evocarte es todo lo que necesito ahora para soltar un poco está búsqueda espantosa que me quita el sueño y me aleja de la verdad”.
Me dice: Ciertamente la verdad no está en ninguna ciencia o dogma que puedas entender. 
Esto no me gustó. 
“¿Para qué se supone que tengo una mente entonces?”
Para hablar conmigo.
Bueno, hablemos. Me gustan los desafíos.

Parsimonia

Cuándo cantaré el último trino.

Parsimonia.

Vendré de los sauces amigos buscando consuelo. No me dejes ahora, justo en esta hora. La muerte me busca y estoy tan blanca como una flor. ¡Déjame los sueños en paz!  ¡Parsimonia! 

Te quito el saludo, te quito la mirada. No toques a mi puerta, nadie te reconoce. Déjame sembrar mi semilla en paz. 


Bien sé que no es tu juego, bien lo sé. Parsimonia…¿qué es? ¿Una virtud, acaso? 



Quemar la herida

Siento.

Agua.

No sé. 

La llama caliente. Perfora la herida. Eso. Ya no podía convivir con ella y le pedí al universo que queme mi herida para cauterizarla.

Pensé que era herida de muerte pero aquí estamos más vivas que nunca después del inmenso dolor, el inmenso fruto y el inmenso deseo. 

Cauteriza mi herida y ahora corre el agua porque sigue quemando. Acá en la pierna. Ya no podía ni caminar con mis propias piernas. Bueno, estas piernas recuperadas ya no son del todo mías, son de la comunidad. Dicen aquellos que del cuerpo de Cristo y yo gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Del cuerpo de Cristo. Tomá, son tus piernas. Caminemos hacia la fe. 

Prenderse fuego y vivir. Eso es de fénix. 

Habla para que veas el vicio de tus alas, me dijo. 

A veces me habla. 

A veces no entiendo. 

Habla, me dijo, así, en neutro. No es argentino. 

Pero ¿cómo que no es argentino? 

Hace muchos años me dijo clarito: la verdad está donde estés dispuesto a verla. Hago lo que se me canta y me acompañarán, pensé yo. Tenía un par de verdades a la mano y era una relativista. 

Hoy no sé si tengo alguna. Siento que más bien me las extirparon. Porque, como decimos todos los que llegamos hasta acá, tiene que haber otra manera. 

Seguramente que hay varios estratos y estoy mareada porque busco una coherencia, una consistencia interna y entonces pierdo. Esto debo dejar en el altar. Mi mente bonita, mi lógica inmaculada, te las entrego junto con todo lo que vos digas que tengo que entregar. Mostrame más. 

A qué te suena locura. Falta de lógica y correspondencia. Sabes qué es locura??? Este mundo nefasto!!!! Y sabés en qué creo yo??? En que el único que puede solucionarlo es Dios!!! 

Creo en Dios. Y en su hijo Jesús. Creo en el perdón de los pecados. Creo que podemos salir de este sueño nefasto entregándonos a la consciencia de Dios. Hagamos un puente. Como dijo Cerati. Yo ya entendí que no entiendo nada. Ya sé que no sé nada. No pretendo más entender ni saber. Sólo conectar. Cruzar el puente. 

miércoles, agosto 21

¿Qué aprendí con mi trabajo?




Aprendí que hay que seguir estudiando siempre, porque eso estimula el trabajo cotidiano, para ver cosas nuevas, usar estrategias nuevas y ver las cosas de otra manera. También aprendí que no por mucho estudiar me voy a sentir más a gusto en un trabajo. Hay otras cosas que también son importantes. Es importante tener buenos vínculos con los compañeros, y que sean personas con las que me pueda identificar, que sienta que buscamos lo mismo. Eso hace que el trabajo sea coherente y se reflejen mejor los resultados. También aprendí que no se puede depender sólo del resultado. A veces el momento vivido es lo único de valor que podemos ofrecer. A veces lo que quiero ofrecer como persona y como profesional no depende sólo de mí, depende de muchas otras personas, con las que no siempre estoy de acuerdo.
También aprendí que cada profesional tiene sus propios valores, y que no está en mi derecho juzgarlos. Aprendí que debo ser más tolerante con los puntos de vista y las formas de hacer de los compañeros. Aprendí que se hace más desde la colaboración (aunque no esté tan de acuerdo) que desde la crítica, y se aprovecha mejor el saber, se aprovecha mejor el tiempo, y se construyen buenos vínculos desde los cuales seguir construyendo.
Aprendí que debe existir un grado de identificación y esperanza con mi paciente/alumno para poder conectar mejor con mi hacer, y lograr un mayor grado de satisfacción. Aprendí que con objetivos claros y alcanzables (aunque sean pequeños) trabajo mejor. Aprendí que tener el propósito mayor en mente (the bigger picture) me ayuda a sentirme más conectada con el hacer cotidiano. Ese propósito tiene que ser coherente con lo que creo, con lo que veo como posibilidad en un futuro, esté yo en él o no. Si no hay esperanza no hay deseo. Si no hay deseo, no hay energía para el hacer cotidiano.
Aprendí que se debe construir una confianza de base con los compañeros y superiores para trabajar. Esa confianza no se construye si no hay voluntad de diálogo y conciliación. La falta de diálogo genera una sensación de soledad en el trabajo, que se desdibuja efímeramente en los momentos de crisis o emergencia. Al parecer la realidad es que estamos ahí para el otro, pero mientras no hay crisis, nos encargamos de jugar un papel, un rol, desde el cual no estamos dispuestos a ceder nada; tapando el miedo que nos produce la posibilidad de compartir con alguien diferente a nosotros, que no entendemos, que juzgamos sin conocer.
Aprendí de mí que rechazo la ignorancia. Que exijo en el otro y en mí, veracidad y exactitud en el hacer y el decir. Y claridad. Tantos años desarrollando la posición del “no saber” en sesión, hicieron que para mí, el “no saber” tenga exclusivamente permitido aparecer en sesión. Permitirme el no saber en los pasillos, en la sala de maestros, en la reunión de equipo, es el game changer (cambia el juego, aparecen otras posibilidades). Es permitirme jugar con el no saber. Es permitir que surjan nuevas estrategias, vínculos, deseos, contenidos. Que el que nunca habló, hable. Que lo que uno hace por intuición, vaya cobrando forma desde la teoría. Aprendí a valorar la aproximación de mis compañeros a la tarea, sin necesidad de que lo expongan en mis términos.
Aprendí que las ideas que tengo a veces demoran en ser escuchadas, y que mientras tanto hay que seguir jugando el juego. Sin enojos ni reproches. No es mala voluntad, es creación de voluntades y sincronización con oportunidades, y eso toma tiempo. Aprendí que no todo depende de mí.
¿Y qué cosas dependen de mí? Elegir un lugar donde me sienta bien, donde pueda trabajar desde mis valores y formación. Decir lo que pienso. Hacer propuestas e invitar a compañeros a llevarlas adelante, incluyéndolos por sus cualidades personales y su saber. Leer y capacitarme continuamente. No tomarme las cosas a título personal. Los interjuegos en las instituciones están supeditados a cosas imaginarias: preconceptos sobre el rol de cada uno (¡la musicoterapeuta sólo toca la guitarra….!), preconceptos sobre las personas basados en el aspecto físico o la actitud, etc, etc. Mantenerme fiel a mí misma cada día, frente a cada persona, es mi fortaleza. Suspender el juicio y escuchar cada palabra, estar abierta a la sorpresa, permitir que la persona se revele ante mi percepción. Es difícil porque siempre hay prejuicios y experiencias previas con los compañeros. Estar consciente de eso es lo que me protege y protege al interlocutor. Permitir que el interlocutor se equivoque al juzgarme y aclarar lo que hay que aclarar si es necesario. A veces no lo es, al otro no le interesa. Hacer terapia y supervisar también depende de mí.