Y quién dice que tengo que ser normal. Y quién dice qué es
ser normal. Y quién dice que tengo que vivir. Si me hubieran preguntado, capaz
hubiera dicho que no, que así no quiero. Y quién se hace cargo. Ya no me
importa. Fluir es imposible a veces. A veces respirar sin preguntarse es
imposible, quién dijo que queríamos despertar. Sobrevivir cada segundo, prestar
atención a cada última cosa que hacemos. Y sonreír como si no me importara que
el acto fue único, irrepetible, el último, lo mejor que fui capaz de hacer. No
se puede demostrar tanto amor, no es posible. A veces es mejor ignorar que las
personas que amo no lo notan, y que si cada segundo se dieran cuenta de que
sienten algo por mí, harían otra cosa. Se arrojarían como yo a los brazos de un
abrazo que quiero dar. Alguien en este mundo debe querer arrojarse a estos
brazos y hacer que el tiempo cuente, el tiempo sobre la tierra. O también
abofetearme. Desearía también ser testigo de las furias de la existencia en
cada persona que amo. No del aburrimiento, de las furias. Y aprender a mirar desde mi espacio
concedido, sin interrumpir y sin juzgar. Porque estoy ahí, allí, y aquí. Amando
por última vez, de la mejor manera que soy capaz.
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