viernes, noviembre 22

Vendrán a buscarte

Vendrán a buscarte. Prepará tus cosas, y que no se note que estuviste aquí. Mejor dicho, que no se note que te fuiste y todo siga girando alrededor de las cosas que dejaste. Te pedirán ayuda, más no podrán entenderla. Te culparán por ello. Hermosa niña, nada es culpa tuya. Ya estaba todo así cuando llegaste. Ordená las cosas, observá cada cosa con detalle, terminala con esmero. Cada resto tuyo es un engranaje del universo; procurá que esté limpio y en funcionamiento. Jamás comprenderás las oscuridades, ni las tuyas ni las de otros. No te esfuerces ni provoques a otros, es un derroche de energía infinita. Un agujero negro. Razonando esos caminos quedarás exhausta, y probablemente encuentres el argumento lógico para prender fuego todo. Y ya sabés que no lo harás. Ocupá tu lugar y respirá el aire que te corresponde. Suspendé tus reacciones, meditalas con paciencia, y respondé como lo haría un ser humano. ¿Te preguntaste qué es un ser humano? ¿A qué te sabe “humano”? El nivel de tu respuesta es el nivel de tu paciencia. Respirá.
Humano. Nadie podrá jamás comprender semejante contradicción de la naturaleza, que siendo hijo suyo, no escuche sus respuestas. Pero no vendrán tampoco aquellos sesgados dogmas a menospreciar lo que por ley natural se le otorga y que, exclusivamente por voluntad y sin indicación o comando, cambia su funcionamiento. Ese trabajo es el trabajo de peso, y nunca el no haberlo hecho de ida y de vuelta.

Hoy es el día. Ofrecé lo que te queda en las manos, ordená las cosas, no digas nada. Alguien retomará tus proyectos desde aquí, los engranajes siguen rodando. Gracias por quitar el polvo a las cosas, gracias por ayudar a otros, gracias por avanzar donde nadie pudo, gracias por seguir girando cuando todo alrededor se detenía, por dejar tantas puertas abiertas, por seguir confiando desde el principio, siendo que nunca, nadie, te explicó nada.