Hola mujer. Mujer
hermosa. Todos te están esperando. Vos qué pensas? Será un buen
momento? Hay gente que todavía duda, que tiene miedo, que no quiere
mezclarse con estas ideas tuyas.
Veo en sus ojos el
miedo, en sus tonos de voz. “Me están pasando cosas raras”
dicen. “No entiendo nada”. Hay una dificultad a poner palabras a
lo que está sucediendo, porque nunca antes habían estado tan
conscientes de las emociones.
Mis amores, bellos,
vulnerables. Sé, sabemos las mujeres, que eso es difícil. Entender.
Te puedo ayudar a entender. No a controlar. Eso no me es dado aún,
pero sé observar paciente. A veces impaciente, pero detrás de todo
el berrinche, paciente. Porque sé que tengo un espíritu
inquebrantable después de todo.
Todos los ciclos
lunares lo vuelvo a comprobar. Amo mi esencia y espero que ustedes
también aprendan a amarla. Así como es, salvaje.
Hay ciclos de 28,
otros de varios meses. Y me vuelvo a encontrar escribiendo. Porque
todo condensa en ideas. Ideas nuevas. Ideas conciliadoras. Vos podés
hacer eso? Conciliar emociones, ideas, proyectos de vida?
Amo mi libertad. Más
allá de las prisiones. Más allá de las dudas. Amo la forma en que
se vuelve a presentar. Te quiero, esencia mujer.
Siempre fui más
hombre que mujer. Te rechacé tanto por no dejarme avanzar. Las
decisiones y la voluntad, la fuerza, el corte, la palabra, el orden.
Eso es masculino. Lo aprendí después. Pero eso era. Más allá de
todo. A pesar de todo.
Y de grande me
agarra desprevenida una turbulencia insondable, incierta, inquieta.
Mi esencia mujer me vuelve a encontrar en cada giro de esquina, en
cada ciclo, cada vez. Te amo esencia. No sólo te quiero, así, para
mí, sino que también te amo y te amo así. Porque tengo una
dialéctica en mí. Ningún filósofo me va a enseñar las fases de
la revolución, yo soy la revolución. Soy la sangre que corre, el
viento que arremolina, las hojas que caen y las quedan, soy el río
que alimenta. Soy la revolución. Ponele científica, lo que quieras.
Ponele dialéctica, lo que quieras. Pero sobre todo, ponele mujer. Es
mujer, y no es otra cosa. Esa mujer que estás esperando.
Yo sé que asusta.
Yo sé que no hay nada más después de ella, porque no deja ley en
pie. Para eso está el hombre, y esta vez digo hombre sin querer
decir genérico. No hay nada más después de mujer porque mujer es
un nuevo código. Para vos y para mí. Para todos. Para que dejemos
correr el río.
Ya sabés que el río
lo inventó Heráclito, y después Siddharta. Pero el río es mujer.
Ellos sólo lo vieron. Bienaventurados ambos que lo vieron y
entendieron: la respuesta es hoy, y mañana será mañana. Y lo
importante es estar, ser río, y arremolinarse sin miedo.
Ahora dicen que es
el poder del ahora. Y yo qué sé cuanta filosofía más de ascensor.
Yo te digo, es
mujer. Es sentir sin juzgar, perdonando y dando gracias, es vestirse
de estación, es amarte a pesar de todo, a pesar de todo, a pesar de
todo, a pesar de todo, a pesar de todo, a pesar de todo, a pesar de
todo, a pesar de todo, a pesar de todo, a pesar de todo, a pesar de
todo. Y además, “humano”, como la capitana marvel, que se pone
de pie, después de cada caída. Y vuelve a perdonarse, y vuelve a
decir la verdad, para quien quiera oír.
Sabés qué? La
verdad es verdad aunque sólo algunos la oigan. Siempre fui
platónica, la de las ideas eternas y verdaderas. La realidad es de
Heráclito, pero la verdad es platónica. Esta es la verdad:
El amor construye.
El miedo destruye.