domingo, diciembre 29

Buscando la libertad

No podía cantar. Me retumbaban las paredes del cráneo como si tuviera el cerebro en una burbuja de agua a presión. Y los oídos. Dolían. Para qué iba a cantar si no me satisfacía. Me sentía peor que antes. Y pensaba, esto sirve para algo. Sirve porque si un día yo de verdad no puedo cantar, tengo que buscar otra forma de ser libre. Y la verdad que con tanta molestia en el piso de arriba, mi búsqueda terminó en el silencio. En un punto, hasta las mandíbulas se me trababan. Vaya uno a saber por qué; eso no es lo que estoy planteando. Los desarreglos físicos van y vienen. El cuerpo va y viene. Pero mientras tanto, mi tangente garantizada de libertad perdía vigencia frente a mis ojos. Frente a todos mis días. El tono, no era la onda expansiva de antes. Se escapaba por la garganta para abajo, golpeaba las puertas de mis oídos y no podía escapar. Volvía a mi cerebro. Chocaba abrumadoramente contra mi coronilla y me temblaban los dientes. Y ese sonido espantoso salía por mi boca buscando la libertad sin dármela. Tan insulso. Me rendí al silencio. Al parecer, el eco de las olas dentro de mi cabeza me empezó a aturdir. Qué sé yo. Comía para no sentir. En un punto, el silencio era mi única opción. Pero inmediatamente descubrí que no era más beneficiosa que cantar esa cosa espantosa que salía de mí. Me resisto a cantar esa bazofia, despropósito total, no. Ah…no. Íiii…¡no!

Los días de silencio fueron absolutamente productivos, sin embargo. A veces el silencio es como cantar. Cantar es como escuchar nada en concreto y todo en su esplendor. A veces el silencio es como gritar. Gritar por los ojos, por la piel. Sobre todo por los ojos. Entonces por un lado, había tiempos de paz, equilibrio. Y por otro, tiempos de furia. Y así, en la indefinición verbal, también descubrí el círculo, la existencia de pívot sin control, un gran sinsentido. Hablando ponía palabras al sinsentido para entender. Pero hete aquí que prefiero, en gran parte, no entender. Mayores comprensiones derivan de no entender. La gran comprensión, la del círculo. Nada tiene sentido verbal. Sólo el círculo. 

domingo, diciembre 1

Los Juegos del Hambre

En los Juegos del Hambre, los victoriosos son maquillados y televisados con gran pompa para entretener a la sociedad, que realmente sufre de hambre, y así distraerlos de las verdaderas causas de aquello que sufren, y la forma de solucionarlo.
En los Juegos del Hambre, la protagonista se rehúsa continuamente a jugar, y enfrenta con mala cara y actitud desafiante cada show que le proponen. Su instinto de supervivencia la advierte de no traspasar los límites de la osadía, llevando a cada presentación en público a desenlaces ambiguos pero dentro de las reglas.
A veces de manera prudente, otras con arrebatos emocionales, ella logra darle cauce a la denuncia de que algo está mal con los juegos y el orden establecido. Esto le cuesta la antipatía de la presidencia y sus secuaces, los cuales logran sacar de la galera la forma de deshacerse de ella ofreciendo nuevos espectáculos de gran despliegue, sometiéndola aún más a la exposición pública y al miedo. El golpe de la noticia logra doblegarla; quiere escapar con su pareja. Una sincronicidad en el momento y lugar exacto la vuelve a introducir en el curso de los eventos cuidadosamente controlados por la presidencia: “Aquí me quedaré, a causar más problemas”.
Su lugar en la historia ya está planteado, a ella sólo le resta jugar y morir, habida cuenta de que sus competidores fueron calificados como “asesinos profesionales”.
Hasta aquí la tarea de la protagonista.
Dentro de la estructura gubernamental (Capitolio) se encuentra el personaje que revelará su carta casi al final de la segunda película. Este personaje es el Vigilante Jefe de los Juegos, figura de confianza para el presidente y todos los que lo rodean.  Supuestamente inspirado por la protagonista, que le ha generado alguna “urgencia” por así decirlo, él dispone el juego a su manera con el objetivo oculto de sacar a la protagonista de los juegos. Pero hay más. Este personaje viene a encarnar, precisamente, el liderazgo de la rebelión.
Una persona, un símbolo – el Sinsajo (en inglés, Mockingjay) – y una traición. Pareciera haberse revelado la fórmula de la rebelión. No es la primera vez que un ave simboliza la búsqueda de la libertad (recordemos la Grulla para los japoneses, por ejemplo), ni será la última. Éste pájaro es resultado de la cruza entre dos especies muy particulares: el Jabberjay (ave ficticia, creada por el Capitolio para espiar conversaciones del pueblo) y el Sinsonte (ave real, cuyo vocablo en inglés se escribe Mockingbird). Los Jabberjays fueron abandonados por el Capitolio una vez que la gente se dio cuenta del engaño, y allí en la libertad, cruzaron su especie con los Sinsontes. Los nuevos Sinsajos desarrollaron la habilidad de repetir cantos de pájaros y canciones de humanos. Esta peculiar especie de aves es la que va a inspirar la rebelión en el pueblo de Panem.
¿Qué podemos decir de la traición, o del traidor? ¿Es acaso motivado por intereses egoístas, sed de venganza o ansias de poder? ¿O busca la restitución de los derechos del pueblo? ¿Será una combinación de ambas? Finalmente, ¿es acaso relevante comprender las motivaciones del líder de un levantamiento? Porque…qué sucede luego de un levantamiento. Cómo será el nuevo orden. Cómo se tomarán las decisiones. Cómo se coordinará la toma de decisiones…
Más allá de los procesos sociales de orden y desorden. Más allá de los protagonismos y las sincronías. Qué sucede con el que mira el juego, y continúa el curso de los eventos como rama llevada por la corriente del río. Su intervención en los Juegos del Hambre será eternamente “apagar” o “encender” la radio. Su opinión sobre los Juegos del Hambre será, ad infinitum, “me gusta este jugador”, y “ojalá no lo maten” y, “ojalá nunca se lleven a mis hijos”. El curso de los eventos continúa tristemente gobernado por los Juegos.
Así mismo, con cada proceso que se sabe infame, pero se sigue respondiendo a las reglas. Respetando sus reglas, se acepta el acotado y específico margen de probabilidades del juego, y aquel que es nombrado por sorteo, tuvo la mala suerte de quedar del lado de los perdedores. La misma lógica de “no contestes preguntas falaces” se aplica aquí. Contestando preguntas falaces, se le otorga existencia específica a una pregunta mal formulada, con premisas falsas, en el universo de lo percibido y entendido.
Yo voy a traicionar. Mi lugar no es importante. Pero voy a traicionar porque no tengo opciones en mi universo de comprensión.

Voy a traicionar el juego del capitalismo.