Querer que llueva para arriba,
no. Querer que peras den los olmos, no. Para aberraciones de la naturaleza,
dirigirse a la oficina de cinematografía. Para todo lo demás, Dios está a la
vuelta de la esquina. Y está dando papaya.
Le arranco esta expresión a
Colombia, cuyo significado es ofrecer las cosas para que otro las tome sin
mayor esfuerzo. Felizmente, en los momentos más álgidos, caen papayas. No se
sabe si son hijas de la voluntad propia o es ajena, porque de hecho la persona
no las busca específicamente. Un producto de este mundo, con todos los sellos
de aduana, pero ¡ey!, nadie lo imaginaba. No es un milagro, ni magia, ni
engaño. Es un espectáculo para ver y regocijarse. ¿Qué pediremos hoy?
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