lunes, diciembre 17

Me parece que quiero salvar al mundo



Historia de una pasión


Prólogo

“Una patada en el culo para que entiendas”.
Es algo gracioso, se supone que ahora se está riendo.

Aquello que no entiendo y por ende no puedo controlar me produce miedo; en cambio aquello que desconozco, que se presenta como una aventura, me produce una ansiedad más cercana a la felicidad.

Vivir sin miedo. Parece ser la tarea ahora. Vivir sin miedo no es igual a vivir sin precauciones, sin prepararse más o menos suficientemente, sin olvidar disfrutar del proceso, y tomarse unos descansos para volver a conectarse con las maravillas del universo que nos rodea, y nuestros seres queridos. Y por qué no, crear, y hacer nuevos planes para el futuro.

Escribo porque pienso demasiado y se me calienta la cabeza improductivamente. Escribo líneas a veces sin sentido o coherencia. No la busco, estoy en paz. Siempre quise escribir algo uau, ya no me importa. Mejor me relajo. Soy más feliz ahora y tengo más tiempo para descubrirme, y descubrir a los demás, mis amigos, mi familia; busco formas de hacerlos reír, despreocuparse si están cara larga, cosas sencillas.


A las cosas complejas

Ahora, habiendo aprendido antes las virtudes de las metáforas, y los peligros de las extrapolaciones (todo esto en aquel tiempo que fui capaz de torturarme sistemáticamente con autoexigencias y salir airosa), también condimentado un poco con el concepto de paradigma y otro poco de evolución ...y para ser honesta, los mayas también fueron invitados a la fiesta...retomo, ahora, me encuentro debatiendo para mis adentros (y ahora para mis afueras, por suerte, así no se me calienta más la cabeza) una hipótesis bastante, demasiado, abarcativa acerca de la historia de la humanidad, de cómo es su diseño (ojo, no previo, sino...cómo ha ido diseñándose) dadas unas características del pensamiento y sentimiento humano, y de por qué la gallina cruzó la carretera.

Cuando hablamos de extrapolaciones queremos indicar que vamos a aplicar la misma técnica o la misma forma de entender algo específico a otra cosa, que analizándola de cerca o sólo de lejos, ya podemos apreciar que tiene diferentes características y formas de comportamiento. En este caso la primera cosa es el desarrollo de una persona, antes y después de una crisis. El sujeto empírico vengo a ser yo. ¿Cuán objetivo puede ser este análisis? Casi nada. Pero también tengo un tanto que decir acerca de la pretendida objetividad de los decimonónicos. Otro día lo escribo. La segunda cosa. La evolución de la humanidad, en el punto histórico específico (que, aplicando los ajustes correspondientes con el fin de evitar los peligros de la extrapolación, diré que abarca un ciento o más cientos de años) en que cambia el paradigma. No un paradigma científico, sino uno de vida, un sistema de ideas y técnicas que orientan a la humanidad en la búsqueda del sentido de la vida, del bienestar, de entender el mundo en el que vivimos, con plantitas, gatitos y también otros seres humanos. Ahí es donde este paradigma afecta también a la ciencia. Y a las religiones. Y ay, ay, ay.

Algo para asustar: yo necesité una sobredosis de miedo, un ataque de pánico, para darme cuenta de que estaba haciendo medio mal las cosas. Aun agradeciendo todos los logros que ese ritmo de vida me dio, reconocí que dejé de lado tantas cosas y me hice tanto daño, que lloré al pensarlo. La pregunta es, ¿necesitará esta humanidad un ataque de pánico? Tarea, hagan los debidos ajustes ustedes, y no se pongan muy dramáticos porque no tiene sentido. Ya probé.

Satisfecho mi deseo de sembrar el pánico (siempre tuve un costado amarillista) prosigo con la idea. Una vez escribí: cómo entender la hoja, siendo el blanco de su faz. Bueno, yo diría ahora que estaba totalmente en lo cierto, aunque tampoco lo entendía en ese momento como lo entiendo ahora. Lo que quiero decir es; imagínense que va un tipo del corriente año al pasado, a hablar con un loco de la antigua Grecia, y le dice, todos los seres humanos tenemos los mismos derechos porque somos iguales. Bueno, no podría yo asegurar cómo reaccionaría uno, o todos los griegos de la antigua Grecia, pero en primera instancia quizás le contestarían al tipo que eso es un locura. En griego. Y llegado el caso de que el tipo supiera griego y hablara un rato con el griego, aplicando la mayéutica o la sofística, la que mejor le salga, y lo convenciera de lo que afirma...¿en qué términos lo entendería?¿en los mismos que nosotros, después de todo lo que hemos vivido, visto, aprehendido? ¿los desaparecidos, los juicios que tardaron tanto, las estadísticas de muertes por enfermedades que podían ser prevenidas, las enfermedades mortales que no discriminan status? Mi humilde opinión es que absolutamente no. No hay forma. Quizás el griego quedará pensando que en beneficio de la comunidad (sustantivo colectivo, variables económico-políticas) podría dar mejores resultados otorgar más derechos a los no-ciudadanos, o que probablemente si entrenaran a un artesano para guerrero, llegaría a tener el mismo físico que este último, y que consecuentemente la misma apariencia física indicaría un igual equilibrio de virtudes en el espíritu de ambas personas. Les dejo la tarea de pensar que otras lejanas consecuencias tendría este pensamiento en la antigua Grecia, y qué cantidad de sistemas de creencias e ideas entran en juego en este simple experimento. Pero es clarísimo que no entenderíamos las mismas cosas en los mismos términos. Yo sólo voy a insistir con esto, que no es posible.

Ahora bien, cuál es el problema, según yo. Este hermoso planeta está pidiendo por favor, y la humanidad también. Mi interpretación: el paradigma (de vida) está agotado. No da respuestas eficaces para los problemas que tenemos, ni económicos ni políticos, ni sociales, ni religiosos, ni individuales ni colectivos. Desde la corrupción hasta la contaminación, pasando por las guerras, la marginación y la explotación desconsiderada de recursos naturales, que se traduce en un supuesto agotamiento de los mismos. La lista es infinita. No quiero redundar en cosas que ya sabemos, ni dar un sermón. Sólo quiero delinear el asunto al que me estoy refiriendo tangencialmente.

Otra cosa que hay que decir brevemente: las causas de estos problemas, que podemos coincidir en todas, en la mayoría, o en algunas más que en otras. Individualismo, sistema económico (el capitalismo, al menos en mi país y en la mayoría de ellos), la sobrevaloración del dinero, la falta de diálogo y algo que voy a agregar ahora yo, para seguir pensando y desarrollando acá y en mi cabeza de olla a presión, el miedo.

Ahora imaginemos que viene alguien del futuro. Sáquense la musiquita de Star Trek porque no viene Spok ni ningún extraterrestre. Un simple y maravilloso terrestre es suficiente. Yo, como aquella vez en el blanco de la faz de una hoja, presiento que nos diría un par de cosas impensables a primera vista, y ligeramente practicables a segunda vista. Como en Grecia, el "ligeramente practicable" se debe a que la convicción todavía no está en nuestro modo de pensar, y no tenemos la experiencia necesaria para tenerla tampoco. Esto sólo se daría después de un decantamiento de un nuevo paradigma.


Afortunadamente no necesitamos que venga nadie del futuro para tener intuiciones de este tipo, ni de Spok, porque si estuvieran ahí, vendrían. Con qué necesidad nos dejan tan en la ignorancia y expectativa, ¿eh?

Lo que digo es que en el mundo actual hay gente que tiene intuiciones y actúa en consecuencia. Hay gente que anda por ahí diciendo que dejen de cortar tantos árboles. Hay gente que opina que los ricos deben pagar más impuestos que los pobres. Otras que se organizan para dar de comer a las familias marginadas, con el objetivo de ayudar y con la convicción de que son sujetos de derecho, y que como tales les corresponde techo y comida (además de otras cosas que están en la Declaración).Imagínense el tipo que fue a Grecia. Escuchando la historia de los humores, o el asunto del beneficio para la comunidad. O se ríe...o bien se contenta con saber que al menos se va a poner en práctica. Algo es algo. Esto mismo se me ocurre que pasa ahora. Entendemos que no hay respuestas eficaces, no entendemos bien por dónde atacar.

Entendía yo que era una nerviosita incurable, que no tenía amigos, que sufría mucho los fracasos y que la peleaba para dar lo mejor de mí, en todos los aspectos (los que hasta el momento estaban cargados en mi software). Cuando ponía manos a la obra con la psicóloga, le decía, tengo que resolver esto. Me está haciendo daño. Sospechaba que me hacía mucho la cabeza, sospechaba que no era muy inteligente en el aspecto social...(!?); algunas sospechas estaban cerca del tarro, diría Mundstock (Les Luthiers), otras...no tanto.

Prosiguiendo con la lógica del argumento, ya puedo decir que las soluciones que está poniendo en práctica la comunidad, a los problemas que la comunidad percibe como problemas hoy, no van a llegar a buen puerto, al menos no en la manera que nuestra comunidad piensa. No en esos términos. Los artesanos van a lograr un buen físico, capaz hasta les guste el trabajo de guerrero, y logren un equilibrio de virtudes a favor de la valentía. Pero la sobrevaloración del bienestar de la comunidad no va a replantearse, ni tampoco la forma de segregar al artesano, al guerrero y al filósofo. Por decir apenas una de las consecuencias previstas dentro del mismo tiempo-espacio, modo de pensamiento.


Adonde sí van a llegar estas actividades/soluciones es a la decantación de un nuevo paradigma. Voy a dar unos ejemplos, con la siguiente advertencia: soy miembro perteneciente a este paradigma y no al futuro. Mis ejemplos están teñidos de las oposiciones capitalismo vs comunismo (no se asuste ni prejuzgue, como yo, y continúe la lectura por favor) individualismo vs comunidad, explotación de recursos vs aprovechamiento respetuoso de los mismos. Estas oposiciones son también parte del actual paradigma de pensamiento. No escapan a él, son esenciales a su existencia, y yo tampoco puedo escapar a ellas.


Vamos a los ejemplos: La solución no es hacer leyes para que no deforesten, ni inmolarse en el bosque. El problema no es la deforestación como base del sistema económico. El problema podríamos plantearlo de varias formas: no nos damos cuenta (digo en general) que los árboles son los primeros responsables de la vida, gracias al proceso de fotosíntesis que hace mucho, mucho tiempo empezó a llenar la atmósfera de oxígeno. Es como si estuviéramos asesinando nuestros ancestros. No es que no podamos hacer uso de ellos; simplemente se trata de usar lo necesario, sin provocar la desertificación.

La cuestión del dinero es algo relevante. Las ONG's necesitan dinero para funcionar. Los marginados necesitan dinero para comer y vestirse, principalmente. Y la solución que ofrecemos: más impuestos a los ricos, subsidio a los marginados. Saquemos el dinero de la ecuación. Lo que hace falta es conciencia. Lo que hace falta es convicción de que las cosas deben ser de otra manera, porque con dinero o sin dinero nos estamos sacando los ojos. Desafortunadamente no soy visionaria, y realmente me avergonzaría profundizar más en estos ejemplos, porque soy sólo esto, un producto de este tiempo.

Adonde quiero llegar ahora es al porqué de la existencia de estas soluciones, y la forma en que se presentan. La forma en la que se presentan, eso es fácil. Dentro de un paradigma, las cosas tienen una definición, una lógica de funcionamiento, y así es como se manejan los problemas. Haciendo rodar sus engranajes. La vida y sus comodidades se manejan a través del dinero, que incluye un trabajo pago, o una usura, y que permite la donación y el préstamo, entre otras cosas. Por eso hay que contribuir con Greenpeace, y los comedores, y pagar los impuestos, y trabajar, o especular en el mercado de acciones. Esas son las posibilidades hoy, en esta realidad. Pienso, qué posibilidades tenía yo antes de la crisis. Hago como que no me importa lo que dicen los demás. Actúo. Porque no debería importarme, así que no voy a hacer más lo que los otros quieren que haga. Contrapartida: no me hace feliz actuar. Quiero ser yo. Me tortura pensar que nadie aceptaría ni aceptará nunca lo que soy. Una bolsa de emociones, obsesiva con la organización y el control de variables, una persona que comete muchos errores. Me enrosco en mis pensamientos, me torturo. Greenpeace, por hablar de algún ejemplo, involucra a mucha gente, incluyendo a mi hermana. No me cabe duda que en el desarrollo de sus actividades, muchos encontrarán motivos para desanimarse. No hay suficientes fondos, no hay suficiente gente, y hay otra gente que hace lo posible para no verse perjudicada por ellos. No es la plata. Es la conciencia. Es la forma en que entendemos las cosas hoy. Estos son, en todo su esplendor, los desajustes de los que hablaba Kuhn.

Lo que yo quiero decir es que se me ocurre que estos son los estadíos previos a un cambio. Sugiero que empezaron en el año 1966 con el acuerdo internacional en materia de derechos de tercera generación, que fueron incluidos en las constituciones de todos los países del mundo menos (hasta el momento) Yemen, Arabia Saudi, Oman, Emiratos Árabes Unidos, Sahara, Mozambique, Botswana, Burma, Timphu y Malasia. Derechos colectivos les llamaron.

Digresión: aún después de un cambio de conciencia, teniendo en cuenta que vivimos en una comunidad con reglas de funcionamiento, donde se juega algo de lo "esperable" y lo "condenable" como contrapartida, no es posible actuar en consecuencia tanto como uno desearía. No veo el sentido, personalmente, a perder el sentido de realidad. Allá uno si lo quiere. Acá yo que no quiero. Yo prefiero seguir con los pies en la tierra. La prudencia y la paciencia también fueron lecciones aprendidas a patadas. Se puede ser feliz en la espera también. Sobre todo con la certeza de que un nuevo mundo de vida se está construyendo. Por dentro y por fuera. Con esto quiero decir que no porque se me ocurra que el dinero está perturbando la ecuación de la felicidad, voy a tirar manteca al techo y le voy a decir a mi jefe, con todo respeto, guárdese su dícese-sueldo en el ombligo o hágame mejor un molinete, que el vientito me hace feliz.

Le toca el turno a la metáfora

· Mi conciencia y consecuente forma de actuar; la comunidad, sus conciencias, sus teorías, creencias, formas de actuar en consecuencia;

· Mi cuerpo; el planeta, los cuerpos que lo habitan. Materia.

La materia, tan neutra que parece. No lo es. Y cuando podamos contemplar esa unidad vamos a estar más cerca del cambio de consciencia. Yo me pregunto, con este rasgo trágico que me caracteriza, ¿es necesario un ataque de pánico para un cambio de conciencia? Como así también, ¿siempre va a ser necesaria una revolución para un cambio de sistema, con todos sus muertos? Y en términos freudianos, ¿es necesaria la muerte del padre para la conversión del niño en adulto? Vamos al que tenemos que ir, sin más vueltas, Hegel, ¿cómo podríamos llegar a la antítesis y a la fantástica síntesis sin matar a nadie, sin dolor, y sin miedo? Le damos a la tesis con el caño de la antítesis sin asco. Sobredosis de oposición, guerra abiertamente declarada. Sobredosis de corticoides en un sistema nervioso que está en pie de guerra. Insisto: ¿es la muerte necesaria? Yo hablo desde la bronca. Mi futura comunidad, desde dónde va a reclamar por lo perdido, lo que ya todos sospechábamos, lo que muchos ignoraron, el desfalco, los perdidos para siempre, los infinitos infiernos en los que estuvimos viviendo.


Volvamos al presente. Estamos viviendo. Yo le decía a mi otorrino, estoy cansada de estos infiernos. Bañarme es un infierno, cosas de la vida cotidiana son un infierno, salir a la calle, hablar por teléfono. Y a esta altura lo único que sabíamos es que tenía un barotrauma galopante. ¡El maldito anuncio por speaker del hospital me dio taquicardia! Y no sabíamos por qué. Y no. No entra en los síntomas del barotrauma. Lo que propongo acá es, salgamos un poco de lo que entendemos o creemos entender, y en lugar de descartar lo que no entendemos, busquemos abrir el campo de variables a considerar. Del objeto. Que en este caso lo que importa es este planeta y esta comunidad. Llamen a un doctor en planetas porque yo hasta acá llegué.

Retomando el infierno de la sobredosis de oposición. Acá es donde me pongo apocalíptica. Aunque por suerte el caso que tomo como el polo de extrapolación es el mío, y no me morí. Pero ay qué angustias. Así como mi cuerpo me enseñó con resaltador, negrita y subrayado lo que yo me estaba provocando, así creo que este mundo, con las plantitas, los gatitos, las personas y los glaciares nos van a mostrar a nosotros hacia dónde nos dirigimos. Con suerte no nos vamos a morir. Esto me recuerda qué pasmada que quedé ese día, en una clase de Teoría social y política I, cuando un compañero dijo, sin que se le mueva un pelo, "en todas las revoluciones hay gente que tiene que morir. No existe otra forma de cambiar el sistema". Y la cosa no quedó ahí. Lo más sorprendente es que nadie objetó nada, algunos se dieron el lujo de asentir con la cabeza ante tan obvia declaración, y después todos salimos contentos y en orden a disfrutar de un cafecito, o correr a otra clase, donde serían dichas otras verdades cono estas. Yo sigo pasmada. ¿Vos? ¿Usted? ¿está/s tan seguro/a de tu opinión? ¿Pensaste/Pensó en las consecuencias? El morir probablemente no dé tanto miedo como el sufrir. O sea que la constante es el miedo. Es la segunda vez que lo nombro. Todavía no sé bien por dónde me llega el cable, por dónde viene la mano, de qué viene la cosa. Yo no creo que las cosas estén destinadas de antemano. No creo que exista un destino, ni una línea causal que nos lleve de la nariz hacia un lugar. Aquellas cosas que nos sorprenden, tanto en el área de las casualidades como en otras áreas de la vida cotidiana, son cosas que todavía no entendemos. Y de ejemplos hay montones. Fin del caso. Hago esta salvedad para no generar malas interpretaciones de lo que voy a decir ahora. El capitalismo y la tecnología se tomaron de la mano en un punto de la historia en que el hombre adquirió inteligencia, interés, necesidad, y los instrumentos necesarios para desarrollarlos. Tan vastamente como lo hicieron. Este ser humano, con su conciencia de siglo XVIII, tenía unos intereses, unas creencias, etc., consecuencias de estadíos previos, claro. El dinero, el confort y el bienestar terrenal, digamos, eran estímulos eficaces para la proyección de los elementos que configuraron el futuro. Nuestro presente. Por inevitabilidad o desgracia, el futuro también nos trajo unos bonus extras: mercado de acciones, desempleo, contaminación, etc.

Yo creo que Marx quiso imaginar una solución a un paradigma trunco dentro del mismo paradigma. Y por eso sus predicciones acerca del agotamiento del capitalismo aún no se cumplen. Esto fue una digresión.

La tecnología es lo más valioso que el capitalismo nos ha dejado. Sabemos que los científicos no trabajaron de altruistas que eran nomás. O lo hicieron por plata, o por reconocimiento, o por satisfacerse ellos mismos con sus propios logros. Claro, también lo hicieron para curar enfermedades de otras personas y demás, pero sin reconocimiento, no hay Orfeo que toque la lira. La tecnología era algo de lo que éramos capaces, “y vimos que era bueno”. A través de ella y en función de ella se dio un período de evolución específico. Analogía biológica: aparecieron parásitos. Analogía socio-política: nacieron los free riders. Estas son algunas de las pocas cosas que yo puedo ver. Ud. sabrá otras. Poner parches ahora e insistir con que la deuda la paguen los capitalistas...no le veo mucho futuro. Dar limosna, tampoco. Aunque, como dije antes, todavía vivimos en este mundo, y el dinero y el individualismo a veces resultan ser las respuestas más acertadas. Sólo intento ser realista. Para el caso de la limosna, sí, de vez en cuando doy limosna, pero no siempre, porque yo también necesito el dinero. Esta necesidad va a desaparecer. En un período largo o corto. Pero cómo.

Cuando empecé a pensar en esto, me dio miedo. Pensaba que quizás el planeta y la comunidad en su conjunto iban a recibir una tremenda zunda como la que yo tuve que vivir para darme cuenta. Miedo en principio de lo que zunda viene a significar extrapolado al nivel de planeta. Pasé por muchos estadíos. En segunda instancia me dije, no tengas miedo ni te preocupes, ya sabés que es al divino, que te enroscás con cosas que no podés resolver sólo para torturarte. No sé por cuántas ideas absurdas habré deambulado, hasta llegar a Viktor Frankl. En la página Ideas worth spreading (Ideas que merecen ser difundidas) hay un video de este hombre, quien viene a ser sobreviviente del holocausto judío, autor del libro El hombre en busca del sentido. Este hombre, habiendo visto y sufrido en carne propia la brutalidad de la que es capaz el ser humano, dio una conferencia intitulada en dicha página como sigue: Por qué creer en los otros. Este hombre era neurólogo y psiquiatra. Con esta conferencia, expresada con mucha convicción, argumentos, y sobre todo mucho humor, llegué a mi último estadío. Hasta el momento.


Comenta al principio unos resultados de unas encuestas a estudiantes americanos en Europa. Dichos resultados señalaban que el 16% tenía como objetivo en la vida hacer mucho dinero; y que un 78% de los mismos expresaron que éste era encontrar el sentido y propósito de la vida. Utilizando una metáfora de una clase de vuelo recibida por un instructor, explica que con el hombre es el mismo escenario: apuntando a aterrizar en un terreno específico bajo la influencia del viento, donde realmente va a aterrizar es más atrás. Luego, apuntando más arriba, es posible llegar al punto deseado del terreno. Entonces: “Si asumimos un punto de vista idealista, sobreestimando al hombre, mirándolo allí arriba, tan alto, ¿saben lo que pasa? Lo promovemos a ser lo que realmente puede llegar a ser. Entonces, tenemos que ser idealistas de alguna manera.(…) “Y esto no lo digo yo ni mi instructor de vuelo: si tomamos al hombre por lo que realmente es, lo empeoramos; pero si tomamos al hombre como debería ser, lo hacemos capaz de convertirse en lo que realmente puede llegar a ser. Lo dijo Goethe.” Cierra con un comentario acerca de la encuesta referida al principio: “si ustedes no reconocen que el joven busca el sentido, lo hacen peor, lo hacen torpe, lo frustran, contribuyen a su frustración. (…) Reconozcamos esto, pre-supongamos, y entonces, podremos provocarlo en ellos, y lograrán que se conviertan en aquello que en principio eran capaces de ser.”

Semejante escenario, lo que a mí me sugiere es otro punto de vista para no tener miedo, es un nuevo insight para mí de algo que ya había escuchado mil veces en clases. Vygotsky decía: el desarrollo va a remolque del aprendizaje, un buen aprendizaje es sólo aquel que precede al desarrollo; al contrario de lo que postulaba Piaget, para quien la maduración es condición previa del aprendizaje. Digresión: el activismo de Greenpeace y los comedores comunitarios (por decir algunos) estarían en Zona de Desarrollo Próximo, promoviendo un desarrollo. Yo agrego, un desarrollo de conciencia. Como en todo aprendizaje, desde cualquier pedagogo o psicólogo, como Pichon Rivière, el factor que hay que superar es el obstáculo epistemológico.

El obstáculo epistemológico…es que no nos entra en la cabeza que podemos vivir en comunidad sin sacarnos los ojos. ¿Puede ser el miedo el obstáculo epistemológico? Miedo a depender del Otro, de la comunidad a la que pertenecemos. Y por ese miedo, convertirnos en hombres y mujeres superpoderosos/as, ultraindependientes y…solitarias/os. El dinero, la sobrevaloración del mismo, nos ha dado la posibilidad de creer que podemos vivir sin depender la ayuda de otro. El trabajo asalariado o el mercado de valores, nos ha dado la ilusión de que podemos manejar nuestra propia existencia en solitario, que ella depende sólo del dinero que recaudemos.


El umbral

Muchos factores se conjugaron para desembocar en un barotrauma, y en consecuencia, los corticoides. Insisto, no es destino, fue una de las tantas evoluciones más probables del ritmo de vida que llevaba y la conciencia que tenía de ella.

En el 2007 me pasó algo parecido. No entendí nada. Y hasta hace unos días atrás todavía me sentía culpable, indigna, tonta, y otras cosas más. Mi ritmo de vida no cambió. Sólo me cerré herméticamente por dos años y medio a las relaciones de pareja. La inteligencia, la toma de conciencia, y la intuición parecen ser claves en la evolución después de una crisis. Además de la paciencia, y lo básico, la búsqueda. Yo sentía que no sabía amar sin reservas. ¡Pero pensaba en el otro! Nunca se me ocurrió pensar en mirarme al espejo como lo hice esta vez. A mí, con todas las imperfecciones, frustraciones, y miedos a seguir fallando hasta lo inaceptable; a mí no me quería. ¿Pero cuándo me doy cuenta de eso? Cuando, un día, después de haber dejado los corticoides, con la adrenalina todavía al pie del cañón, lista para salir y hacerme sudar de miedo, yo imaginaba todos los posibles escenarios más trágicos en los que me podía encontrar: ¿y si me vuelvo psiquiátricamente loca? ¿Y si pierdo la sensibilidad musical? ¿Y si mi mente deja de calmarme cada vez que me agarra el ataque, y ningún estímulo funciona? Todos estos infiernos se me ocurrieron en el transcurso de dos horas, y recurrían durante el resto del día. En algún momento caí en la cuenta de que lo hacía voluntariamente. Entonces dije, Beatriz, UNO, ¿Por qué te castigás?, DOS, ¿para qué gastás energía si ya comprobaste de sobra que al final no te morís, que todas las ideotas que se te ocurren son irracionales, y que tu mente no te abandona ni una vez?, TRES, ¿Por qué motivo seguir inventando miedos si se siente mejor la felicidad? Último: ¿Por qué motivos tener miedo? Lo que se puede controlar, se controlará; lo que no, pito catalán.

Esos son mis argumentos.
Creo, pienso, que los argumentos se hallan justo al alcanzar el umbral de dolor.

Contemplo los hermosos y vastos campos del sur argentino y pienso, quizás todavía estemos lejos del umbral de dolor. Acá. Pero este planeta-comunidad es tan heterogéneo. Pensemos en Chernobyl. En el Glaciar Perito Moreno. En el Riachuelo que divide Buenos Aires y Avellaneda. En los muertos de Iquique. En el esfuerzo invertido en limpiar a los pingüinos cubiertos de petróleo. En los muertos de cáncer que podrían haberse evitado con el tratamiento de Simoncini, el cual cuesta horrores difundir debido al descrédito (multifactorial). Estos fueron algunos ejemplos, a diferentes distancias del umbral.

Al día siguiente de mi conversación con el espejo, y luego de haber practicado con progresivo éxito no volver a castigarme, sentía ganas de llorar. Y ahora qué, pensé. ¿Qué me pasa ahora, tan feliz que estaba? Lo medité. Y dije bueno, andá a llorar, eso no te va a hacer daño. Y a ver qué sale.
Paz. Gratitud. Bronca. Ah, esperanza, sobre todas las cosas.

Me detengo en la bronca.

A esta altura yo ya había sacado varias conclusiones y hecho varias resoluciones al respecto. Cuestiones que habían esperado ser resueltas durante AÑOS. La pregunta es ¿Por qué tuvo que llegar a esto? ¿No podía ser de otra forma? No sé. La forma en que logré entender las cosas le dio más fuerza a las livianas suposiciones que antes tenía. Livianas digo ahora, porque entiendo que no surtían mucho efecto en mi accionar, que resolvía con parches, que no era efectiva, ni feliz.

Suponía, por experiencia, que a fuerza de conciencia podía cambiar actitudes, formas de ver las cosas, las personas, cosas que me molestaban. Un ejemplo: estoy estudiando Biología, un sonido molesto se pone en marcha afuera. Me desconcentra, me desconcentra, ¡me desconcentra! ¿Podés detenerlo? No. ¿Podés dejar de estudiar? (quizás sí, pero en ese momento me dije:) No (mi pasión era seguir aprendiendo, retomaré lo de la pasión). Bueno. Imaginate que el sonido ese era lo que necesitabas para no aburrirte o dormirte mientras lees…1,2,3, probando. Funciona. Qué sonido más copado. Tic tic tic la membrana nuclear se rompió, tic tic tic, se sale todo para afuera, clac clac clac, microchirimbo tic tubulu tic tos estiran las patitas, clac clac se llevaron las cromátidas. Hasta lo entiendo mejor que antes. Estaba dispuesta a hacerlo. Y destiné mis recursos mentales a eso.

Y por qué digo esto. Porque ¿a qué rábanos estamos destinando los recursos mentales ahora? Tinelli, tener éxito, lograr mayor confort. Eso es lo que veo a mi alrededor cuando miro. No siempre miro. Y todas esas cosas…se logran a través del uso del tiempo y el dinero. ¿Y la conciencia? Fuera de servicio. Se duerme muy bien en este país. Y si no se puede, porque los enanitos de la conciencia molestan mucho, le damos Robotril (Capusotto).


La exageración de la oposición

Se supone que la superación de la oposición es la síntesis. Sumum del pensamiento. Antes de eso, la oposición...qué belleza. Qué placer. Que furia. El poder de la expresión, el poder del mejor argumento, la mejor exposición, y la entonación. Oh sí, eso es tan importante como el resto. Y sí, también estoy hablando de sexo. O debe ser la abstinencia que habla. Estos pequeños placeres los sigo disfrutando, sí, aún en este terreno inhóspito, donde cada cosa está re-posicionada, puesta en juicio una y otra vez. Quizás sea parte de mi esencia, sigo descubriendo mi identidad. Pero tengo algo para decir. Hay discusiones que deben ser resueltas en síntesis, buscando argumentos fuertes y sobre todo honestos. Y hay otras...que no importan. Y la que decide si el argumento del otro debo ponerlo en consideración soy yo. Decidir no escuchar es un poder adquirido. Decidir a quién escuchar, para qué, cuándo.

Maldita la chispa taurina que se me escapa de estas fauces a veces asesinas. También soy yo, y sabré perdonarme, y sabré aprender a callarme. ¿Si sabrán perdonarme los demás? Es algo que no puedo controlar. Aprender es otra cuestión que requiere tiempo, paciencia, alegría y compañía. Y una patada en el culo también puede llegar a ser necesario. Las verdades de los otros a veces no son las mías. ¿Qué novedad eh? Por mucho argumento que tenga...esa no soy yo. Más acá estoy yo. Un tema que requiere síntesis en tiempo y forma es aquel que nos concierne a todos. La verdad de que necesitamos un planeta y que necesitamos dejar de matarnos es de todos. Sin planeta y sin aquellos que nos quieren, no hay más nada. Qué se creen que la misión del Curiosity nos va a conseguir tan rápidamente una solución para este asunto...no, porque como dicen los viejitos sabios, uno se lleva los problemas consigo, adonde vaya.

La hermosa oposición que glorifica el accionar de aquellos inmolados, encadenados, en huelga de hambre, garantizándose la inmortalidad. Hermosa hasta las lágrimas de felicidad, porque hay gente que valora más el problema comunitario que su propia individualidad. Sí, es lindo. Puede que tenga algún efecto. Pero yo digo... ¿y su vida? ¿Quién se la devuelve? ¿No será más eficiente y menos doloroso simplemente vivir de acuerdo a los propios valores? Yo hago compost y planto arbolitos. Yo escribo sobre esto y soy feliz haciéndolo. ¿Por qué despreciar tan burdamente la propia vida? ¿Quién sabe cuánto nos queda? Absolutamente nadie. Y eso es verdad acá y en la China. Oriente y Occidente. Y si usted piensa que vino a sufrir, y que esa es la mejor manera de cambiar el mundo, allá usted. No es mi verdad. Ya no. Y esto no es egoísmo. Porque...no me voy a gastar argumentando.

Aquella oposición, entre los inmolados y los capitalistas, funcionarios, paracaidistas del mercado de cambio, esa oposición está exagerada. Eso es lo que digo. Mi síntesis, como individuo, básicamente sería predicar con el ejemplo y confiar en las personas, como aconseja Frankl. Con paciencia. Como profesional, lo único que cambia es que viene a cuenta mi instrumento de conocimiento. Y para el caso, no es lo mismo trabajar para la reinserción en el sistema que para la crítica y la transformación. Y trabajar para la transformación en el aula, en la plaza, en la calle, con la gente, no en contra de la gente. ¿Qué estoy diciendo acá? Que la huelga es una exageración de la oposición, una disyunción, no hay dialéctica, y su práctica ya no es la solución de nada, sólo tiene efectos colaterales devastadores que se expanden desde el sector educativo hasta el resto de los sectores públicos y privados. Hay condena social, hay enfrentamiento familiar entre diferentes generaciones. No hay transformación. Hay docentes muertos, abogados y artistas presos.

Bueno, y hasta acá llegó mi amor por la transformación, porque cuando pienso en lo que le está pasando a la música en la mal venida contemporaneidad, ay ay ay, quién los invitó a esos chiflados, con sus dados y sus cálculos matemáticos...¡si si si mi! ¡Si si si mi! ¡Si si si mi, si mi! ¡¡si mi!! (final de frase de la sinfonía 5ta de Beethoven) Eso es placer. Esa es la perfecta discusión entre una contracción y un descanso, entre un sí y un no. Y en el medio...la fantástica tensión. Sé que hablamos de Mi (tonalidad, sonido de descanso), me decís ‘si’ (armónicamente, sonido de tensión hacia la tonalidad), sé que no te puedo dejar tranquilo, tengo que gritarte un ‘mi’ (paz y felicidad). Los dados, al casino. Y a ver si te valió la gracia de la espera, mirando la ruleta girar, cayendo en el justo punto que no apostaste. Sí ya sé, me va a decir que las variables en tensión son otras, que la información es otra, porque es otro código. Yo le contesto mire, mi matrimonio es con el código tonal. Y los rubbatos y diversos matices le quedan de maravillas. A mí me enseñó a vivir, y no le hace mal a nadie. Está bien, si le hace feliz, tire los dados. Tampoco le hace mal a nadie.

Una discusión, una franca oposición, nadie salió dañado, no hubo síntesis superadora tampoco. Podemos vivir con eso. Esta no es una oposición que valga la pena superar. Aunque es divertidísimo para acompañar unos carlitos, unos muffins, una pizza, con amigos. Y mis personas favoritas son esas que pueden vivir con eso. Soy distinta. Eso es divertido. Usted es distinto/a, eso es más divertido si lo asume, acepta la diferencia, y comparte el chiste conmigo.

Ahora, si seguimos peloteando el problema que nos concierne como si fuera un asunto de cada uno, y dentro de los límites de la propia existencia...es un error de método. No es, yo me opongo por esto y esto. Es estrategia. Es creatividad. Es poner sobre la mesa lo urgente y lo importante. Discriminar. En diversos puntos de la tierra las cosas funcionan diferente, y se encuentran en diferente estado de gravedad. En mi patagonia las cosas no están en lo urgente. Podemos trabajar estratégicamente desde la formación, desde la creación de espacios donde empiecen a circular datos, hábitos, prácticas. Hay otros lugares...como la gran metrópolis, donde los niveles de contaminación y marginación son desgarradores. La estrategia anterior es importante, valiosa, pero...no va a cambiar ciertos cursos de las cosas. Cosas que ya están encaminadas. De eso tengo miedo. Del sufrimiento. De la inmensa creatividad necesaria para evitar el rompimiento. Vuelvo a preguntar... ¿es realmente necesaria la muerte de algunos para que surja el cambio? Y ahí no hay huelga que valga. Ni ley. Yo no sé. Mientras escribo alguien muere de hambre y sobredosis. Alguien hizo demasiado bien su trabajo, y el consumo le ganó a la vida. Un hombre/mujer dormido/a trabaja para el sistema que mueve los engranajes de nuestra cotidianidad, sin críticas, sin problemas de sueño. Así como mi antigua yo, hay muchos que no entienden de carne y hueso el miedo, la presión, la exigencia, el dolor y la alienación a la que estamos sometidos, expuestos.

Dirán que un ataque de pánico no es tal experiencia reveladora, que no me da derecho a decir que entienda o no de estas cosas. Yo lo pensé. Y se puede discutir, claro, pero es una discusión de esas en las cuales yo voy a escuchar reservando mi identidad. Mi argumento: el tamaño de las experiencias está dado por el tamaño del aprendizaje que resulta de ellas. Y el aprendizaje que yo adquirí, y que intento poner en práctica cada día, es gigante para mí, lo cual es lógico porque viviendo en otro territorio, absolutamente todo cambia de lugar y por ende de sentido. Vivir ya no es cumplir con alguien más que conmigo, vivir no es llegar a ningún lado, es estar ahí, vivir no es proyectar la posibilidad de fracaso. Al principio creía que todo tenía ser felicidad en este nuevo territorio. Después fui incorporando nuevamente el resto de los sentimientos, como la tristeza, el dolor, y la espera, que para mí es un sentimiento más. Una intolerable impaciencia.


Desconfiando de la conciencia

Yo tenía mis razones. Mil veces me escuché diciendo estupideces más grandes que una casa, y no hubo nadie ahí para decirme: pará, no creo que quieras decir eso. Ni yo. Ni yo. Doble castigo moral, el ajeno, y el propio, que nunca era suficiente. Por no decir las cosas bien, por ser semejante criminal, por no haberme rectificado a tiempo. La única justificación que encontraba era: no sos muy inteligente en el ámbito social, no sabés dar abrazos cuando hay que darlos, no sabés dar palabras de consuelo cuando son necesarias…mejor te guardás.

Sí, mejor me guardo. Y me guardaba, días enteros. Presentía que no estaba bueno, porque después de dos días seguidos ya se me desdibujaba todo. Mi propia identidad. Para qué estaba yo en el mundo, para qué servía. Si servía para la vida. Tenía que solucionarlo, empezar de nuevo. Sí, empezaba de nuevo a levantar muros. Esos muros que ahora estoy rompiendo.

Antes de los ataques había llegado a una instancia interesante. Después de dos o tres días de encierro, y gracias a la aparición inesperada de ayuda proveniente de una persona con la que yo me sentía en falta, descubrí tentativamente que era yo la que no se perdonaba. Y me miré al espejo y dije ¿por qué no podés ser un poco más tolerante conmigo? ¿no podés ser un poquito más mi amiga, digo yo? Equivocar…te vas a equivocar siempre…

Después de eso, esta persona fue mi persona favorita y no quise nunca más fallarle…

¡¿Está claro esto?! En el blanco del papel. Puse un parche. Era una comprensión intuitiva, un clivaje extranjero en mi territorio blanco de entendimiento. Así como ese había miles. Era más de lo mismo.

Hoy, del otro lado de la frontera, comprendo que debo perdonarme, sí, pero no vivo en función del error o el fracaso. Después de poner a prueba mi conciencia, provocándome el miedo cada veinte minutos y volviendo a recuperar la cordura cinco segundos después, entendí. Mi conciencia, Yo, quiero vivir. Y además, quiero ser feliz. Y no quiero sentir más esta cosa horrible. El miedo. Porque ante cada uno de ellos, mi conciencia me dio la respuesta, mi cuerpo se calmó. Cada patada de adrenalina era un aprendizaje nuevo: tu familia siempre te va a cuidar (aunque te vuelvas psiquiátricamente loca), no importa qué sentido pierdas (de realidad, de oído, de vista) siempre va a quedar otro que te pueda dar felicidad, no importa si te morís, ya entendiste lo que había que entender: lo que vale es este segundo en que mis hermanos me abrazan sin miedo, mi mamá me repite con paciencia “no te vas a morir”, y el mandala que estoy haciendo me está quedando hermoso. Y si vivo, entonces mejor, porque voy a tener tiempo para agradecer, para ver a mi papá otra vez, sin rencores, y para cantar y bailar, y para abrazar a mis amigos como yo quiero y como me salga.

Tengo mi conciencia. Si por un momento me quedo sola y me agarra la patada, tengo mi conciencia. No dudo de ella porque sólo yo la controlo. Ni un dios, ni el espíritu santo, ni un montón de planetas. La decisión de vivir y ser feliz es mía.

Digresión: me da la sensación de que hay una unidad conciencia-cuerpo, mediante la cual se pasan la pelota para decirnos las cosas. Si una no entiende, la otra le da de patadas. Y así. ¿Será?

El miedo duró lo que estuve dispuesta a aguantar, o lo que mi unidad cuerpo-conciencia quiso. Quizás otros estén dispuestos a sufrir el miedo más que yo. Pero hete aquí la cuestión: el cuerpo sufre… daños a veces irreparables.

Como comunidades, ¿hasta dónde estamos dispuestos a sufrir la opresión, la angustia, el maltrato, la alienación? En Argentina, al menos, sabemos que el consumismo incrementa ante la sensación de miedo e inseguridad. Lo sabemos porque EEUU nos ejemplifica perfectamente la cuestión, y nosotros la vemos de afuera. La cultura del pánico le viene como anillo al dedo al capitalismo. Y de allí a los índices de obesidad, no es tan difícil comprender la relación.


Vilchita la investigadora

Cada vez que iba a un médico distinto tenía que explicar de vuelta toda la historia, que para colmo iba cambiando porque…quién sabe por qué. Bueno, yo sí.

Yo SOY MúSICA. Es casi lo mismo que decir SOY OÍDO. Y da la tremenda casualidad que mis lóbulos temporales tienen con mi corteza prefrontal una relación íntimamente sospechosa. El pensamiento. El raciocinio, unido a la escucha. Este enlace…me tiñó todo.

Es que yo tenía un barotrauma, además. Y podía afectarme al equilibrio. Cartón lleno. ¿Qué hace un toro si no sabe dónde tiene las patas? Es una tragedia griega. En fin. Yo trataba de entender lo que pasaba, para poder explicarlo mejor al médico. Y hacía experimentos. Todos ellos teñidos por estos tres elementos: mi pasión por el oído, mi relación con la racionalidad, y mi barotrauma. Y en el racconto de experimentos y resultados, se me escapaban cosas. Cosas que podrían haber puesto en jaque mis conclusiones. Aunque claro, no venía al cuento que me ponía peor cada vez que iba al médico, o que la tele no me molestaba pero la música bajita sí. Se me pasó. Como se me pasaron muchas cosas también seguramente en la escritura de mi tesis. Y se me seguirán pasando.

Después que todo se aclaró…mamma mia. Qué baldazo. Otra cosa que antes sospechaba bien, y que ahora más que nunca lo tengo tatuado en la piel. En los huesos. El lente con el que se mira. Y lo que uno quiere decir. A partir de ahí también entendí todo lo que yo hacía pseudocientíficamente. La física nos lo está diciendo hace rato, el electrón va a estar donde lo busquemos, y eso depende directamente del instrumento. Nuestro instrumento para entender las cosas es la razón. Y acá va lo de la objetividad que quería decir: nadie es objetivo, porque la razón tiene unas razones que no vemos, y que están más cercanas a las pasiones que a relaciones lógicas. Nadie me va a negar lo que yo sentí al hacer mis experimentos. No me lo inventé. Es totalmente lógico inferir de ellos que tenía afectados el oído y el equilibrio, confirmando el diagnóstico de barotrauma.

Ahora qué pienso. Que desde que empecé a escribir quiero decir algo. El ser humano siempre va a querer decir algo. Aunque sea por el placer de demostrárselo a sí mismo. Tan seguro y orgulloso de sí, tan gallardo, tan bien parado, con tan buenos argumentos. Hasta el “porque a mí me hace bien” vale. Y sí que vale, porque es un gran valor, estar bien. Después a ellos, como a mí, les viene el patadón: “la cobertura se desprende seca con plegarias vacías en la sorpresa” (Olga Muñoz de Toro).

Estamos todos locos.
Y vivimos de pasiones. Cuando estamos despiertos.
El resto es accesorio.



Estar despierto


(Espacio para armar. Por usted)


















































































































Fin


Por hoy.


Beatriz

No hay comentarios.: