Escuchando música como yo lo hago...
Earth song - Michael Jackson
(Instrucciones: Comenzar a reproducir; luego de un minuto o más, comenzar la lectura.)
Tengo recuerdos de esta canción
sonando en el auto de mi papá, estacionado en el bosque donde acampábamos.
Hermosos bosques patagónicos que nos daban resguardo cada verano. Éramos chicas,
mi hermana y yo. No cazaba una de inglés. Pero esos coros respiraban denuncia,
urgencia, y bronca. Era una llamada, adictiva, quería que se repitiera una y
otra vez. Minuto 3.44, modulación desgarradora. Y en algún momento se calló,
inesperadamente. La radio no encendía, yo moría por unos segundos más. Papá
vino a ver. Demonios la batería. Se murió la batería y nació el enojo de papá.
A callar.
La canción quedó en mi memoria
como una impresión fotográfica. No recordaba los tonos, ni me sabía el título.
Sólo podía recuperar la sensación vivida.
Con el fallecimiento de Michael
Jackson, resurgieron muchos temas viejos y entre ellos The Earth Song. Mismas
sensaciones, más contenido verbal. Más imágenes. Y los coros.
Do I give a damn?
Fue una de las primeras canciones
que me hicieron sospechar de los intervalos. Musicales. Yo comenzaba a
sospechar que el sentido de una canción podía condensarse en un par de
intervalos. La emoción transmitida por ese intervalo, en ese contexto, decía
todo lo que tenía que decir con mayor poder de elocuencia que el resto de la
canción. Y sospecho que hay canciones que no tienen esto. A raíz de unos estudios comprendí que la canción viene del grito primigenio. El
grito primigenio consistió en una llamada; un deseo de comunicarse. Algunos
cabos sueltos pude atar. Pero hay más.
A veces me pongo a cantar. A
veces saco la guitarra o abro el piano, y empiezo a balbucear. Me encuentro en
un estado perceptivo, a veces relacionado con una tristeza, otras veces con un
deseo de contemplación. Y como generalmente no tengo palabras, empiezo con
intervalos. Elijo un acorde. El acorde no cualquiera, porque no siempre tengo
el mismo registro vocal. O lo que quiero cantar no concuerda con cualquier
altura (agudo, grave). Luego elijo una secuencia armónica. Mi voz quiere salir,
la dejo salir. Puede salir limpia y occidentalmente temperada (la frecuencia
justa de una nota específica que se puede encontrar en un piano), como también
puede salir sucia, con demasiado aire. Puede resonarme en las caderas, en el
estómago, en el pecho, en la garganta o en alguna parte de la cara. Busco
sentirme cómoda. Busco una especie de homeostasis. En el exterior de mi cuerpo,
el ambiente está inerte, o ajeno a mí. Tiene una carga. Dentro de los límites
de mi piel y mi pensamiento, una carga distinta. Al estar en contacto con ese
espacio exterior, a veces demando un equilibrio. Que el mundo se detenga, que
responda por lo que siento, que vibre en consonancia. Y lo hace. Yo puedo
controlar algunas variables del mundo exterior produciendo vibraciones
específicas, tonales, tímbricas. Todo a mi alrededor cambia de sentido. Responde. Sí que responde. Juntos, mi
instrumento, mi voz y yo, modificamos el universo para que momentáneamente se
amolde mejor a mi mundo interno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario